POR QUÉ ES DIFÍCIL QUE SE REPITAN LAS ELECCIONES

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Ante el grado de bloqueo en que nos encontramos, y teniendo en cuenta la poca flexibilidad demostrada hasta el momento por los diferentes líderes políticos españoles, muchos consideran inevitable la celebración de unas nuevas elecciones generales.

Sin embargo, esa hipótesis parece altamente improbable si tenemos en cuenta que para que se produzca es necesario que al menos haya una votación de investidura fallida. Según la Constitución, sólo se pueden convocar nuevos comicios si en el plazo de dos meses tras la primera votación no se ha conseguido que ningún candidato obtenga el respaldo del Congreso de los Diputados.

Por tanto, mientras no haya una votación fallida no podrá empezar la cuenta atrás para las elecciones, y ahora mismo ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez están dispuestos a inmolarse para que empiecen a correr los plazos.

Es lógico. Rajoy y Sánchez quieren ser presidentes, no los primeros líderes en la historia de la democracia española que pierden una sesión de investidura. En consecuencia, no irán a una votación hasta que no tengan bien atados los apoyos. Y en ese caso habría gobierno, no unas nuevas elecciones.

Ahora bien, lo que resulta extremadamente enojoso es que llegados a este punto no haya negociaciones en firme para lograr algún tipo de acuerdo. Rajoy sigue haciendo de Rajoy y, al menos aparentemente, no está dando pasos para ganarse la reelección. Parece como si hubiera decidido esperar tranquilamente en su sillón, fumándose un puro, a que el PSOE le sirva frío el cadáver de Sánchez. Y Sánchez, que lo sabe, ha decidido esperar a que primero mueva ficha Rajoy.

Los únicos que se están moviendo son los partidos nuevos, y eso al menos es de agradecer. Pablo Iglesias ha propuesto un pacto al PSOE y Ciudadanos otro a PP y PSOE.

La propuesta de Podemos a Sánchez tiene toda la pinta de ser una trampa. El pacto de Iglesias es imposible de aceptar por el PSOE. Su objetivo es poner el listón alto para que el PSOE no pueda aceptar y aparezca ante la opinión pública como el partido que no quiso un gobierno de izquierdas. De esa forma pretende arrancarle, en unas próximas elecciones, los votos necesarios que permitan a Podemos ser el nuevo partido de referencia de la izquierda en España. Es decir, es una mera maniobra táctica, pura propaganda. Iglesias no quiere ser el vicepresidente del Gobierno. Iglesias lo que quiere es ser el presidente, y por eso está pensando en las próximas elecciones generales.

Ante esa tesitura, el PSOE lo tiene crudo. Si pacta con el PP, malo. Si pacta con Podemos, malo. Si hay nuevas elecciones, peor. Da la impresión de que los socialistas sólo pueden decidir si mueren en mayo (tras unas nuevas elecciones) o si aplazan su deceso un par de años más gracias al oxígeno que les aporte un gobierno del tipo que sea. Y, por mucho que haya entusiastas que crean que la salvación del PSOE pasa por Susana Díaz, parece muy complicado que alguien pueda reanimar ya a un paciente tan enfermo. 

Ciudadanos, por su parte, tiene que evitar a toda costa que haya nuevas elecciones porque una parte de sus votantes volverían al PP. Por eso acabarán apoyando a quien haga falta para que no haya comicios. Puede que acaben pactando con Sánchez, siempre que Podemos no esté en el Gobierno y que no se ponga en juego la unidad de España. Esa sería una posible opción: Sánchez presidente de un gobierno en minoría gracias al sí de Ciudadanos y a la abstención de Podemos o del propio PP.

Sin embargo, si este periodista tuviera que apostar por algo sería por un Gobierno fruto de una componenda que implicaría a PP, PSOE y Ciudadanos, que apoyarían o se abstendrían en la investidura del candidato que finalmente se decida, y que podría ser alguien inesperado.

En ese sentido, el margen del Rey irá in crescendo en función del paso del tiempo. Cuanto más bloqueada esté la situación, más posibilidades de innovar tendrá. Y, si la cosa se complica, no es descartable que proponga formar gobierno al propio Albert Rivera o a una figura de relieve que no sea diputado: Javier Solana, Joaquín Almunia, Josep Piqué…

En cualquier caso, gobierne quien gobierne, la legislatura durará poco (quizás un par de años): justo lo suficiente para cambiar la Constitución, que exige la convocatoria de un referéndum y nuevas elecciones cuando esté lista.

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