¿Se acuerdan ustedes de todos aquellos soplagaitas que durante la anterior crisis económica, la provocada por las hipotecas ‘subprime’, auguraron en vano la «refundación del capitalismo»? Pues algo parecido ha pasado esta vez con la covid y el teletrabajo, que muchos aseguraban que había venido para quedarse y ahora, en plena fase de derrota del coronavirus, cada vez son más las empresas que están pidiendo a sus empleados que vuelvan a las oficinas tras el verano.
Vaya por delante que, indudablemente, esta crisis ha servido para que la mayor parte de las empresas y organismos públicos se pongan las pilas y tengan listos mecanismos para trabajar a distancia en caso de necesidad. Ahora bien, de ahí a pensar que nunca más se volverá a pisar una oficina, como se nos insistía hace un año, va un trecho.
Para empezar, conviene desmontar la idea de que el teletrabajo es posible. ¿Posible dónde? ¿En cuatro edificios de oficinas de Madrid? Si echamos un vistazo a la estructura del empleo en España, resulta que una mayoría de trabajadores difícilmente podrán teletrabajar alguna vez en su vida. Y es que de los 19 millones de personas que trabajan en nuestro país al menos 12 se dedican a sectores como la agricultura, la construcción, la industria, el comercio, la hostelería, el transporte o la sanidad donde resulta muy complicado trabajar desde una casa. Y luego hay otro millón que se dedica a la educación que, por mucho que siempre se pueda dar una clase online, no es lo óptimo para un correcto aprendizaje.
Por tanto, cuando hablamos del teletrabajo como tendencia en realidad estamos refiriéndonos a una minoría, que son los potenciales empleados que pueden acogerse a esa medida, y que seguramente muchos de los cuales ya estaban acostumbrados a operar de vez en cuando desde sus casas antes de que el coronavirus llegase a nuestras vidas.
Sin embargo, si hoy, quince meses después del primer confinamiento, hiciéramos una encuesta entre los empleados y las empresas que han teletrabajado en este tiempo, seguramente veríamos que el resultado no es tan bonito como se pintaba en la primavera de 2020. ¿No conoce usted ningún caso de alguien que siga trabajando desde casa y que esté hasta el gorro de ello? El ser humano es un ser sociable y, aunque sea muy moderno eso de trabajar en pantuflas, al final la gente necesita que el trabajo esté fuera del hogar, airearse en el trayecto hasta la oficina, la interacción con los compañeros, las comidas fuera de casa… Obviamente, siempre hay misántropos que disfrutan con las reuniones virtuales, pero los demás preferimos vernos cara a cara, hacer una pausa para el café, hablar de fútbol, cotorrear de cómo va vestido tal o cual compañero, criticar al jefe, llevar unos pasteles el día de nuestro cumpleaños…
Las empresas lo saben
Y luego está lo que opinan las propias empresas, algunas de las cuales ya tienen datos muy contrastados de cómo ha caído el rendimiento de ciertos trabajadores durante estos meses. Una importante ejecutiva de una multinacional española me confesaba ya el verano pasado que su empresa estaba deseando volver a la presencialidad porque no se estaba trabajando igual: «A ver cómo le decimos ahora a la gente que tiene que volver, va a ser muy complicado».
En este sentido, fue enormemente lúcido el presidente de Deutsche Bank en España, Antonio Rodríguez-Pina, cuando en una entrevista en el diario Expansión el 26 de agosto de 2020 defendió la vuelta a las sedes en cuanto el virus pasase, incluido en su sector, que es, teóricamente, uno de los más adecuados para teletrabajar: «Ha sido muy gratificante constatar nuestra capacidad de mantener la operatividad plena en todos los negocios. Sin embargo, creo que el teletrabajo no se puede perpetuar porque hay cosas que se resienten, como la relación con los clientes, el compartir ideas y porque también los objetivos comerciales son difíciles de conseguir. Sobre todo es una situación injusta para los jóvenes, que pierden la opción de tener roce con la gente con más conocimientos. Por mi propia experiencia vital, coger un ascensor y hablar con un experto en macroeconomía y después con otro de renta fija me parece fundamental para crecer profesionalmente».
Rodríguez-Pina lo tenía muy claro en 2020. Y son muchas las empresas que casi año y medio después han visto que, por golosos que sean los ahorros generados por tener a la gente trabajando en su propia casa, hay que retomar la vida anterior por el bien del negocio y de los propios trabajadores.
De hecho, se da la paradoja de que muchos jóvenes están encantados con el teletrabajo sin darse cuenta de que ellos son los más perjudicados. En un buen número de profesiones el contacto intergeneracional es esencial para el crecimiento personal. Un chascarrillo, una broma, un breve comentario en el aseo, esa subida en el ascensor que comentaba Rodríguez-Pina… todo suma.
Por tanto, aunque es cierto que miles de personas podrán trabajar desde la playa a partir de ahora, la inmensa mayoría seguirán yendo a sus trabajos porque no pueden permitirse el lujo de no hacerlo, porque tampoco han visto que todo sean ventajas trabajando desde casa y porque, en el fondo, el cara a cara es mucho más enriquecedor para el ser humano. Después del verano, si la covid y la autoridad lo permiten, volveremos a ver llenas las oficinas que todavía faltan por ocupar. Será el mejor síntoma de que el virus ha sido derrotado.
[Artículo publicado el lunes 5 de julio de 2021 a las 01.31 horas]
Es un latazo para las familias.
Mis dos hijos han estado teletrabajando y ha sido una pesadez: no se podía poner música o la televisión, había que encerrar al gato cuando tenían videoconferencias…
Eso por no hablar del pastón que me he gastado en luz y gas: cuando trabajaban en la oficina, encendíamos la calefacción a las siete de la tarde; durante los meses de teletrabajo, estaba encendida todo el día.
Bienvenida sea la vuelta a la normalidad.
Pues como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
Ventajas: Ahorro de tiempo y costes por desplazamientos, autogestión del tiempo, eliminación de pausas inoportunas … Inconvenientes: Falta de interacción con compañeros, desafección a la empresa, multiplicación reuniones virtuales ….
Como siempre, en el término medio está la virtud. ¿Por qué no combinar presencialidad y teletrabajo?. En función del puesto, más o menos días de teletrabajo permitirían una mejor organización del tiempo de trabajo y familiar para el empleado, y un mayor ahorro de costes de infraestructura para el empleador.