Lo peor de los indultos

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Que el Gobierno está en su derecho de indultar a los líderes del ‘procés’ nadie lo pone en duda. Que lo hace por propia conveniencia política, casi que tampoco. Pero sólo el paso del tiempo permitirá saber quién estaba en lo cierto, si el Ejecutivo o la oposición, y qué consecuencias traerá para España la medida.

En cualquier caso, lo peor de los indultos es lo maltrecha que queda la imagen internacional de nuestro país. Llevábamos años señalando con el dedo a los independentistas catalanes por sus comportamientos populistas, xenófobos y supremacistas. Estábamos dando la batalla en las instituciones europeas e incluso pleiteamos ante los tribunales de Bélgica para conseguir la repatriación de un fugado de la Justicia alojado en Waterloo. Y ahora, de un plumazo, todo ese esfuerzo queda reducido a la nada porque, con la medida de gracia, el Gobierno asume la retórica de los secesionistas y, en especial, dos premisas falsas que hasta ahora nadie había osado defender en nombre de España:

1.- Hay un conflicto entre España y Cataluña

Esta idea se ha repetido hasta la saciedad durante los últimos días, ha sido incluida en los textos con los que se argumentan los indultos y el Ejecutivo ha logrado colar el concepto en la práctica totalidad de los medios de comunicación. Ya se habla de «conflicto» con una naturalidad que asusta, pues no en vano era la palabra que en los peores años de ETA usaban sus acólitos para justificar los asesinatos. Pero aquí no hay ningún conflicto. Aquí lo que hay es una panda de lunáticos, bien es cierto que apoyados por miles de personas, que han secuestrado Cataluña y, o se hace lo que ellos quieren, o rompen la baraja.

El conflicto, de haberlo, sería entre catalanes, pues sigue siendo falso hablar de Cataluña como si todos sus habitantes fueran independentistas. De hecho, conviene recordar que el soberanismo, a pesar de contar con una ley electoral que le favorece, ni siquiera tiene en el Parlament los escaños suficientes para poder aprobar un nuevo Estatuto de Autonomía. Sin embargo, ese grupo de sectarios ha conseguido convencer al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para que monte una «mesa de diálogo» y así poder lograr por otra vía alternativa lo que no pueden obtener legalmente en el Parlament mediante la modificación de su propio Estatuto. Por eso hicieron lo que hicieron en 2017: declarar la independencia por las bravas porque no tenían otra forma de alcanzar sus objetivos. El conflicto lo han creado ellos tratando de imponer sus locuras a la mayoría. Y ahora han optado por otra estrategia en vista de la debilidad de Sánchez: templar gaitas, rearmar su frente y, si el Gobierno no les da lo que piden por las buenas, volverán a plantear el todo o nada cuando tengan un poquito más de apoyo ciudadano.

2.- Los líderes del ‘procés’ eran presos políticos

Esta idea no ha sido verbalizada todavía por el presidente del Gobierno, aunque sí por los ministros de Podemos, pero en el fondo es lo que se ha trasladado ‘urbi et orbi’ al excarcelar prematuramente a unos delincuentes. De hecho, el titular de Justicia, Juan Carlos Campo, fue muy claro en su intervención en el Senado el pasado 22 de junio al defender la concesión de los indultos: «Nuestro Gobierno no persigue las ideas». Con esta frase queda todo dicho y se traslada sibilinamente la idea de que el PP sí persiguió las ideas y que, por tanto, los líderes del ‘procés’ fueron condenados injustamente. En consecuencia, había que ponerlos en la calle porque estaban encarcelados por ser independentistas. Justo lo contrario de lo que pasó. Ni el PP encarceló a nadie, lo hizo la Justicia, ni se condenó el independentismo como idea, perfectamente defendible si se hace dentro de la legalidad. Se castigó a un grupo de personas que cometieron unos delitos considerados muy graves por el Código Penal de una democracia.

Pero esas dos ideas, que eran presos políticos y que hay un conflicto entre España y Cataluña, son las que han quedado tras los indultos en Bruselas y en buena parte de Europa. Ya falta menos para que alguna institución europea se ofrezca un día a mediar entre Madrid y Barcelona para buscar una solución, tiempo al tiempo.

Lo que ha ocurrido es un desastre sin paliativos para España, pues la decisión unilateral de Sánchez rompe la línea de los últimos años y la imagen de unidad que se había conseguido trasladar internacionalmente. Cuando Mariano Rajoy activó el artículo 155, nadie en Europa tuvo dudas porque la imagen que llegaba de las dos principales fuerzas políticas, PP y PSOE, era de consenso. Pero ahora todo aquello se ha resquebrajado.

España estaba consiguiendo en Bruselas muy poquito a poco contrarrestar la propaganda independentista, y lo estaba haciendo con una estrategia clara. Salvando las distancias, fue la misma que resultó exitosa cuando a comienzos del siglo XXI Rajoy, entonces ministro del Interior, y Alfredo Pérez Rubalcaba, en representación del PSOE, se plantaron varias veces en la capital comunitaria con un pacto antiterrorista bajo el brazo para acabar con ETA por la vía de la mano dura. España había sufrido durante décadas la incomprensión de sus socios europeos, que veían a la banda criminal con cierto romanticismo, pero desde aquel momento empezaron a tomar conciencia de la realidad y aceptaron, entre otras cosas, poner en marcha la famosa ‘euroorden’ para acabar con los santuarios etarras en Francia y Bélgica. Aquello debilitó enormemente a los terroristas y contribuyó en gran medida a la desaparición posterior de ETA. Con el independentismo catalán, después de años permitiendo que se expandiera impunemente, se empezó a hacer algo parecido en 2017. Hasta que este 22 de junio de 2021 el Gobierno ha roto con esa estrategia.

Lo que va a pasar a partir de ahora fuera de España es inevitable: los expresos se pasearán por Europa haciéndose los mártires, denunciarán los abusos y la represión de un Estado «franquista» e irán recomponiendo sus posiciones y haciendo amigos. Sánchez les ha entregado en bandeja semejante ventaja. Y la próxima vez que haya un conflicto serio o que los ‘indepes’ decidan volver a tensar la cuerda, puede que ya no contemos con tantas simpatías más allá de los Pirineos.

[Este artículo ha sido publicado el lunes 28 de junio de 2021 a las 00.08 horas]

1 comentario

  1. A toda acción se produce una reacción. Si se tensa la cuerda más y más y no se rompe, posiblemente la sociedad española salga de su plácidoletargo y tome el asuntode las solapas.
    Confío en que se ponga alguien al orante que verdaderos dotes de conducción del país y defienda su prestigio dentro y fuera del mismo.

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