El que tenga miedo, que se quede en casa

Publicada el
Atascos tras el estado de alarma

Ha sido realmente impresionante comprobar cómo este fin de semana media España disfrutaba de sus primeros días con libertad de movimientos desde hacía meses… mientras la otra media se escandalizaba por los atascos, criticaba a aquellos que osaban disfrutar y grababa vídeos con el objetivo de denunciar en las redes sociales no se sabe muy bien qué supuestos delitos.

Estos inquisidores del siglo XXI siguen persiguiendo al prójimo como si todavía estuviéramos en lo peor de la pandemia. Son los mismos que durante el confinamiento gritaban desde los balcones acusando a cualquiera que pasara por la calle. Aceptaron de buen grado el encierro y nunca criticaron ni una sola de las medidas que aprobaron los políticos. Como si les molestase la felicidad ajena, reprochan cualquier comportamiento que implique algún tipo de disfrute y se llevan las manos a la cabeza anticipando presuntos rebrotes futuros. “¿Vamos hacia una quinta ola?”, se preguntaba en un rótulo una televisión el sábado en horario de máxima audiencia. En Semana Santa también anunciaron a bombo y platillo la llegada inminente de una cuarta ola, pero todavía seguimos esperándola.

Muchos están pidiendo al Gobierno un nuevo estado de alarma para evitar el despiporre de los últimos días y, en especial, para acabar con los botellones que han proliferado con el regreso de la ‘normalidad’. Y no se dan cuenta, o no quieren enterarse, de que beber alcohol en la calle está prohibido desde hace años: para impedir un botellón no hace falta el estado de alarma, basta con que las autoridades hagan cumplir la ley. ¿A qué viene este interés desbocado en joderle la vida a todo el mundo cuando es evidente que la situación sanitaria ya no volverá a ser como antes?

Casado, a favor

La mayoría de los que siguen pidiendo mano dura se consideran de izquierdas. Curiosa manera de ser “progresista” esa de pedir que todo el mundo se quede quieto. De hecho, el Ministerio de Sanidad seguía este fin de semana recomendando en redes sociales el dichoso “quédate en casa”. Pero lo más curioso del asunto es que el Partido Popular, que tanto ha denunciado la arbitrariedad del Gobierno durante los últimos meses, se ha sumado a los que piden nuevas medidas restrictivas. Es verdad que Pedro Sánchez no ha tenido ningún interés en todo este tiempo en reformar las leyes sanitarias existentes para que hubiera una alternativa legal al estado de alarma, pero ahora ya hemos pasado de pantalla y lamentarse por ello no conduce a nada. Sin embargo, el PP insiste en quejarse porque a algunas de sus comunidades autónomas les gustaría seguir imponiendo el toque de queda, algo que sólo es posible ahora mismo con el estado de alarma: les parece poco poder regular los horarios comerciales y los aforos de bares, restaurantes y discotecas.

Ese plan B solicitado repetidamente por Pablo Casado hubiera estado muy bien hace seis meses, para evitarnos la última prórroga del estado de alarma, pero ahora, con todos los indicadores a la baja y la vacunación a velocidad de crucero, ¿qué necesidad hay de mantener medidas tan desproporcionadas como el toque de queda? Si la gente va apiñada en el metro por las mañanas, ¿qué razón hay para impedir que cualquier persona pise la calle de madrugada?

Da la impresión de que en el PP no han entendido bien el resultado del 4-M. Los votantes premiaron a Isabel Díaz Ayuso precisamente por haber abogado por un enfoque más aperturista para afrontar la pandemia. Seguir pidiendo nuevas medidas coercitivas lo único que sirve es para dar alas a los inquisidores de la izquierda y para que el Gobierno pueda tener la tentación de apretar de nuevo el botón nuclear del estado de alarma.

No obstante, con los datos en la mano va a ser muy complicado para el Ejecutivo justificar esa nueva alarma. Las cifras están mejorando y cualquier posible repunte va a ser insignificante: estamos en el principio del fin. Nunca más se volverán a saturar nuestros hospitales ni nuestras UCIs, porque los colectivos más vulnerables ya han sido vacunados. Por cierto, sería de agradecer que tanto instituciones públicas como medios de comunicación dejasen ya de medir la gravedad de la situación con las incidencias acumuladas: ¡ser positivo no significa estar enfermo! Lo que nos debería importar es cuántos mueren por la covid y cuántos están graves en nuestros hospitales. Y esos dos indicadores sólo pueden ir hacia abajo.

El fin de las restricciones

En vez de pedir más restricciones, el PP debería estar poniendo el foco en la vacunación y en exigir al Gobierno que se liberen de una puñetera vez las dosis almacenadas de AstraZeneca y Janssen para que pueda vacunarse todo el que dé su consentimiento por escrito tras ser informado de los posibles efectos secundarios. Que no se tire ninguna dosis a la basura porque, cuanto antes nos vacunemos, antes superaremos esta pesadilla.

Y de igual manera se echa en falta una crítica mucho más activa de la oposición ante los últimos anuncios del Gobierno, como ese tan absurdo de mantener el próximo curso las mascarillas en los colegios. ¿Pero qué justificación tiene eso cuando a partir de septiembre ya estarán vacunados todos los adultos que hayan querido y ya sabemos que los niños no son esos súpercontagiadores que los Simones de turno señalaban hace un año? ¿A qué viene tanto sadismo con los más pequeños? Es evidente que se tendrá que dar marcha atrás a esos planes siniestros, pues hasta el propio Joe Biden, el muy progresista presidente de Estados Unidos, ha autorizado esta semana que todos los vacunados dejen de llevar el bozal. ¿A qué estamos esperando para tomar una medida parecida en España? ¿Casado no tiene nada que decir sobre este asunto?

En lugar de seguir discutiendo si conviene otro estado de alarma o ese cacareado plan B que propone el PP, deberíamos estar elaborando ya un plan para ir eliminando progresivamente las mascarillas, las distancias mínimas y tantas medidas que se van a empezar a quedar desfasadas conforme avance la vacunación. Y eso va a ser muy pronto.

Eso sí, visto lo que ha ocurrido este fin de semana está claro que el principal obstáculo para salir del túnel van a ser esos nuevos inquisidores, que seguro que seguirán indignados hasta que haya cero muertos o hasta que descubran que están haciendo el ridículo. En cualquier caso, el miedo es libre. Si realmente ven peligro en que la gente salga a la calle, viaje, llene nuestras playas y coma y viva como antes, lo mejor que pueden hacer es encerrarse a cal y canto en sus casas y no salir hasta que lo diga Fernando Simón. Pero a los demás, por favor, que nos dejen en paz.

[Artículo publicado el lunes 17 de mayo a las 00.59 horas]

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *