La España bien pensada nos lleva a la ruina

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El Tribunal Constitucional (TC) se dispone a debatir el 22 de junio una propuesta de sentencia sobre un recurso de Vox contra el estado de alarma decretado por el Gobierno para afrontar la pandemia. El proyecto de decisión, que ha sido elaborado por el magistrado Pedro González Trevijano, contempla declarar la inconstitucionalidad del instrumento utilizado para imponer el confinamiento domiciliario y la restricción de la movilidad.

Aunque de momento se trata sólo de la opinión del ponente, se ha armado cierta polvareda político-mediática al conocerse la intención de González Trevijano. Para muchos ha sido una sorpresa, porque jamás imaginaron que el Gobierno no estuviera haciendo lo correcto. De hecho, en su afán por desacreditar los argumentos del magistrado, algunos ya se han lanzado a tildarlo de «muy conservador».

La verdad es que no deja de ser curioso que en nuestro país se califique de «facha» a todo aquel que pone el acento en los posibles excesos en la limitación de los derechos fundamentales durante la pandemia. La izquierda española debería hacerse mirar esta vertiente represiva en la que anda instalada, porque en Alemania o el Reino Unido han sido precisamente los partidos más izquierdistas los que han liderado las protestas por los confinamientos.

Sea como fuere, el caso es que algunos por fin han descubierto que aquí había un debate jurídico de mucho calado. Durante lo peor de la pandemia, sin embargo, trataron de ocultarlo y nos tildaron de locos a los pocos que dimos la voz de alarma. Aquellas decisiones del Ejecutivo generaron dudas a juristas de reconocido prestigio, y así lo dijimos desde el principio en el periódico que yo dirigía entonces, ‘Vozpópuli’.

Particular mención debo hacer aquí al coraje y valentía de Guadalupe Sánchez, la abogada que primero advirtió de la situación. Fue durante semanas nuestra Agustina de Aragón, enfrentándose sola al coro de defensores de Pedro Sánchez. Luego, afortunadamente, se le fueron sumando voces como el exmagistrado Manuel Aragón o la ex fiscal general Consuelo Madrigal, hasta el punto de que el propio Partido Popular se vio obligado a dejar de apoyar las últimas renovaciones del estado de alarma.

«El sexo de los ángeles»

Para restarle importancia a un hipotético revolcón del TC al Gobierno, algunos están hablando ya de que esto es anecdótico, «es como debatir sobre el sexo de los ángeles», se mofan. Sin embargo, la cuestión es clave y de enorme trascendencia, pues se trata de los derechos fundamentales de los españoles. ¿Hay algo más importante en una democracia?

Lo que viene a decir González Trevijano es que para suspender derechos tan sagrados como la libre circulación de los ciudadanos se debía haber usado otro de los instrumentos previstos en la Constitución: en vez del estado de alarma se debió haber decretado el estado de excepción. Básicamente porque el segundo contempla la suspensión de derechos fundamentales mientras el primero sólo prevé su limitación.

Además, para aprobar medidas tan extraordinarias la activación del estado de excepción hubiera dado más garantías, porque la Carta Magna establece que lo decreta el Gobierno, pero previa autorización del Congreso de los Diputados, a diferencia del estado de alarma, donde el visto bueno del legislativo sólo es necesario para su renovación.

Veremos qué pasa finalmente en el pleno del TC del día 22, pero en cualquier caso es de agradecer que, aunque tarde, haya alguien estudiando si Sánchez se extralimitó con las medidas que adoptó durante la pandemia. Y eso a pesar de los palmeros que durante aquel momento no se cuestionaban nada y pretendían acallar las críticas con los aplausos de las ocho de la tarde.

Una vez más, la España bien pensada, esa que acostumbra a ver buena intención en todo lo que hace el Gobierno, sobre todo si es de izquierdas, ha naufragado y no se ha percatado de lo que estaba pasando. Es gente que cree a pies juntillas a su presidente, independientemente de que tenga un largo historial de abusos y mentiras. Si el presidente les dice que nunca pactará con Podemos porque no podría dormir tranquilo, se lo creen. Si luego les asegura que no hay más remedio que hacer una coalición con Pablo Iglesias, lo aceptan con entusiasmo. Y lo mismo con los indultos: si les promete que nunca perdonará a los líderes del ‘procés’, le creen y le aplauden, pero si luego se dispone a indultarlos por conveniencia política, lo asumen de buen grado.

Y así nos va. Nuestros políticos hacen lo que les da la gana y una parte significativa de los españoles se traga el alpiste sin cuestionarse si se está haciendo lo correcto o si se está traspasando alguna línea roja. Estamos en manos de gente inocente, ingenua, bien pensada, que cree en las buenas intenciones del amado líder de turno. Y, por supuesto, quien osa llevar la contraria siempre es un «facha» y si se aferra a los derechos fundamentales o a la Constitución le desacreditan calificando su planteamiento de «debate sobre el sexo de los ángeles».

Necesitamos cuanto antes que la sociedad en su conjunto despierte y extreme su sentido crítico, que desconfíe por sistema de los gobernantes, porque es evidente que con frecuencia no son de fiar ni se guían por el bien común. Y mucho ayudaría si también la prensa fuera lo suficientemente libre como para ejercer su necesario papel de contrapoder. O reaccionamos pronto, o nos llevarán a la ruina.

[Este artículo ha sido publicado el lunes 14 de junio a las 00.51 horas]

1 comentario

  1. Magnífico artículo. Por qué no protesta la izquierda, porqué son ellos los q gobiernan. Otra cosa hubiera sido con el PP en el poder. La dcha o centrodcha tiene q quitarse el complejo de lo q les digan. Acaso ellos se ruborizan cuando se hacen la foto con los q los mantienen en el gobierno (Erc, bildu, podemos). Fuera complejos, imbéciles

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