¿CATALUÑA FUERA DE LA UE?

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Soy un ferviente defensor de que Cataluña y los catalanes continúen vinculados al resto de España, pero reconozco que algunos de los que en teoría opinan igual que yo se están pasando de frenada con motivo de las elecciones catalanas del 27 de septiembre.

Buena parte de los contrarios a la secesión de Cataluña basan su argumentación en el hecho de que, en el caso de producirse una declaración unilateral de independencia, los catalanes dejarían de pertenecer a la Unión Europea. Lamento decirlo, pero no estoy de acuerdo.

Para empezar, me parece muy triste que toda la argumentación del frente ‘españolista’ se sostenga en una amenaza. En lugar de agitar el espantajo de que los catalanes serán expulsados de la UE, creo que sería más sensato hacer una campaña en positivo contando las ventajas que tiene seguir todos juntos.

Después de trabajar siete años en Bruselas, y considerándome medianamente experto en temas europeos, debo decir con total honestidad que no comparto esa visión apocalíptica sobre el futuro de una hipotética Cataluña independiente.

Vayamos por partes. ¿Qué pasaría desde el punto de vista de la UE si mañana Cataluña se declarase unilateralmente independiente? Pues, sencillamente, no pasaría absolutamente nada, lo cual quiere decir que Cataluña y los catalanes seguirían formando parte de la Unión, mantendrían el euro y todos los beneficios asociados al club comunitario.

Si llegara esa declaración unilateral, es evidente que el nuevo Estado no sería reconocido por la UE. Para la comunidad internacional Cataluña seguiría formando parte de España, y por tanto de la UE, tal y como Crimea sigue siendo parte de Ucrania a día de hoy. Seguramente se produciría un conflicto territorial de consecuencias imprevisibles, pero eso no supondría que Cataluña dejara de pertenecer a España o a la UE, al menos de forma automática.

Es más, sería una inmensa majadería que en un primer momento España aceptase excluir a Cataluña de la UE, porque ello significaría, entre otras cosas, dejar de considerar ese territorio como parte de España y a los catalanes despojarles de la condición de españoles, algo que sería tremendamente injusto porque sabemos desde hace años que al menos la mitad de los catalanes quieren seguir siendo españoles.

El propio Rajoy ha admitido varias veces durante esta campaña que no va a permitir que nadie convierta a los catalanes en extranjeros en su propio país: “Nadie les va a hurtar su condición de catalanes, españoles y europeos”. Esas declaraciones, con las que estoy plenamente de acuerdo, son contradictorias con la tesis de que, si Cataluña se independiza, dejará de pertenecer automáticamente a la UE. Los catalanes seguirán siendo españoles/europeos mientras España quiera.

Por tanto, en un primer momento, como hemos visto, no pasaría nada respecto a la pertenencia a la UE. Pero, ¿y en una fase ulterior? En ese caso me temo que pasaría lo que más conviniera al conjunto de la Unión. La política es el arte de lo posible y en Bruselas son expertos encontrando soluciones de compromiso. Por el interés de todas las partes, estoy convencido de que se buscaría una salida para que Cataluña no tuviera que abandonar la UE o, de hacerlo, ingresara de nuevo lo antes posible.

Es verdad que España tiene, como todos los países miembros, derecho de veto sobre las nuevas incorporaciones al club comunitario. No obstante, y llegado el caso, España hará lo que más le convenga, y no es difícil imaginar lo que más le convendría.

En resumen, si la ruptura es abrupta, España nunca reconocerá a Cataluña y, por tanto, seguirá formando parte de su territorio y de la UE; si, por el contrario, la independencia es reconocida por España, sólo me cabe imaginar que será como consecuencia de un pacto entre las dos partes, y en ese caso la primera interesada en que Cataluña siga formando parte de la UE será la propia España, puesto que sería la mejor manera de garantizar que los catalanes que quieren seguir siendo españoles mantengan sus derechos actuales. 

Eso no quiere decir que en Bruselas sean partidarios de la independencia de Cataluña. Al contrario, en la UE no quieren ni oír hablar de ello porque no quieren líos ni sentar precedentes que puedan ser imitados por otras regiones. Ahora bien, llegado el caso, los burócratas comunitarios buscarían una salida para evitar males mayores porque, entre otras cosas, no se puede entender la UE sin Cataluña y Cataluña sin ser parte de la UE. Y a nadie en su sano juicio se le ocurriría dejar a Barcelona fuera de Europa.

Respecto a las recientes declaraciones de la Comisión Europea, hay que enmarcarlas en un contexto electoral. Obviamente, Bruselas no quiere que Cataluña se independice, y por eso hace campaña agitando el fantasma de la exclusión. Esas declaraciones son fruto de la presión diplomática de España y no deben interpretarse como algo definitivo, entre otras cosas porque las decisiones sobre quién entra o sale de la UE no corresponden a la Comisión, sino al Consejo Europeo, es decir, a los 28 estados miembros.

Así pues, reafirmando mi deseo de que los catalanes apliquen el sentido común que siempre les ha caracterizado, creo que no conviene engañar a la gente, por mucho que estemos en una campaña electoral, ni exagerar las consecuencias de una hipotética independencia. Me temo que utilizar a la UE como arma arrojadiza dice muy poco de los que luchan por mantener a Cataluña dentro de España. ¿No tenemos mejores argumentos para convencer a los catalanes?

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