A Ayuso también le votan los del PSOE

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Madrid ha hablado. Y en las elecciones autonómicas con más participación de la historia de la comunidad (76,3%) una mayoría de votantes ha dado su apoyo al Partido Popular y, de paso, le han pegado un severo correctivo a, por este orden, Ciudadanos, PSOE y Podemos.


La victoria de Isabel Díaz Ayuso es inapelable. Ha conseguido más que duplicar los escaños y los votos en apenas dos años, alcanzando un 45% de todos los sufragios y casi triplicando los resultados de sus más inmediatos perseguidores. La victoria es tan rutilante que ni siquiera necesitará formar un Gobierno junto a Vox, pues le bastará con su abstención en la sesión de investidura.

Durante la campaña electoral se han dicho innumerables majaderías sobre Ayuso. Como ya ha ocurrido otras veces con otras mujeres del PP en Madrid (es curioso que las feministas nunca digan nada al respecto), la izquierda y sus altavoces mediáticos han tratado de caricaturizar a la presidenta madrileña y de retratarla como una loca ‘trumpista’ dispuesta a arrasar con la democracia echándose en brazos de Vox. Por el contrario, los ciudadanos han hecho caso omiso de esas advertencias y han votado lo que les ha venido en gana. Y se han quedado a gusto.

Y, a pesar del retrato grueso que algunos hacen de Ayuso, los números de este 4-M cantan y demuestran que, más que comerse a Vox, que se queda prácticamente como estaba, lo que ha pasado en estas elecciones es que el PP se ha zampado a casi todo el votante de Cs y a no pocos miles de antiguos votantes del PSOE. Sí, han leído bien: el PP ha crecido en realidad por su flanco izquierdo.

Eso es un mérito importante del PP, que está consiguiendo ensanchar su base de votantes gracias a la gestión en Madrid durante la pandemia, pero también es un demérito de Cs y PSOE, que se han llevado una terrible costalada. Lo de los naranjas pasará a la historia como ejemplo de cómo se puede transitar del cielo al infierno en apenas dos años: pierden 500.000 votos justo cuando resulta que ha habido más participación que nunca. Un desastre sin paliativos que exigiría, por decencia, la dimisión de Inés Arrimadas y de todos los artífices de esas maniobras murcianas que no han traído nada bueno.

En el caso del PSOE, la debacle es igualmente mayúscula. Obtiene el peor resultado de su historia, se deja 274.000 votos por el camino y, para colmo, deja de ser la referencia en el campo de la izquierda al verse superado por Más Madrid. Como es obvio, los madrileños le han dado una patada a Pedro Sánchez en el trasero de Ángel Gabilondo. Estos resultados, por tanto, alejan cualquier tentación que pudiera tener La Moncloa de montar unas elecciones generales anticipadas a final de año. Tal y como está el patio, mejor no arriesgarse.

Y luego está lo de Pablo Iglesias que, aunque ha obtenido tres escaños más, cosecha un doble fracaso. Primero, porque queda como última fuerza política de la Asamblea de Madrid y, segundo, porque ha sido humillado por el partido creado por Íñigo Errejón y aquellos que salieron corriendo de Podemos ante el estilo déspota y gansteril del vecino de Galapagar. 

Iglesias ha presentado su dimisión, pero en realidad le han echado sus propios votantes, que le han ido abandonando progresivamente durante estos últimos años y que han preferido votar a Más Madrid en vez de a la declinante formación morada. Iglesias se ha ido cinco minutos antes de quedarse sin partido. La venganza es un plato que se sirve frío y Errejón ha demostrado que es cien veces más listo: a poco que sepa dar con la tecla, conseguirá heredar todo su espacio político a escala nacional. 

Dicen algunos que Iglesias se ha ido con enorme dignidad. Discrepo. Lo de anoche fue una nueva representación de un mal actor. Desde que pidió que se le pagara durante los próximos 15 meses la indemnización como vicepresidente del Gobierno sabíamos perfectamente que no tenía ninguna intención de recoger su acta de diputado en Madrid, porque ambas cosas eran incompatibles. Por tanto, su gesto de presentarse a estas elecciones fue un último paripé de un tipo que ha demostrado muy pocos escrúpulos. Madrid le importaba una higa. Lo que buscaba era el show.

[Artículo publicado a las 01.44 horas del 5 de mayo]


1 comentario

  1. Amigo Alvaro, creo que tu análisis es ajustado y sensato. Espero que este bofetón haga reflexionar a aventureros de la política como Iglesias, que nunca deberían haber tenido un puesto en el gobierno de España, ni él, ni su augusta señora, que debería tomar el mismo camino que su marido. Más rendir cuentas y menos insultos y proclamas de los años 50 del siglo pasado.

    Un cordial saludo.

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