PODEMOS: EL MIEDO HA CAMBIADO DE BANDO

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El lunes 6 de marzo, a primera hora de la mañana, uno de los periodistas que colabora habitualmente con la revista TIEMPO nos llamó para ofrecerse a escribir un artículo a raíz de la polémica suscitada esa misma mañana por el comunicado de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) denunciando el acoso del partido Podemos a varios periodistas. Aparte del contenido de esa nota, la noche anterior Pablo Iglesias había vuelto a criticar a una periodista, con nombre y apellidos, en el transcurso de un debate en La Sexta y, aprovechando todo ello, nuestro colaborador nos proponía hacer un reportaje buscando las similitudes entre los ataques a la prensa del presidente estadounidense, Donald Trump, e Iglesias.

En TIEMPO solemos tener la máxima de que los problemas de los periodistas generalmente no interesan al resto de los ciudadanos, por lo que esa primera llamada de nuestro colaborador no nos convenció. Sin embargo, con el paso de las horas, y tras ver la gran polvareda que provocó el comunicado de la APM, decidimos ponernos en contacto con él para encargarle el artículo. Yo mismo me ocupé. Y, para mi sorpresa, el periodista que por la mañana nos llamó para ‘vendernos’ el tema, por la tarde me dice que prefiere no escribir el artículo. Y cuando le pregunto por el motivo de la negativa, me cuenta que su mujer le ha pedido que no lo escriba porque ella trabaja en un sitio muy sensible donde la gente afín a Podemos suele amedrentar a los que piensan diferente, y tiene miedo que un artículo de su marido en nuestra revista pueda provocarle mayores problemas en su lugar de trabajo.

Tremendo. Una mujer muerta de miedo (no diré dónde trabaja para no perjudicarla todavía más) que le pide a su marido periodista que no escriba un artículo sobre Podemos justo el mismo día en que la APM ampara a diez compañeros que están siendo acosados por los dirigentes del partido morado.

Ese lunes me fui a casa apesadumbrado. Llevo 20 años ejerciendo el periodismo y he visto unas cuantas veces casos de periodistas que no han querido firmar una noticia por diversos motivos, pero nunca por miedo a un partido político. Tras darle varias vueltas en la cama, el martes amanecí convencido de que no debíamos tolerar que los que acosan se salgan con la suya y que el miedo lleve al silencio. Por eso llamé a otra colaboradora para encargarle el mismo reportaje, y esta vez tuve más suerte.

Esta ‘anécdota’ me lleva a la reflexión de que probablemente aquello que hace tres años dijo Pablo Iglesias («El miedo tiene que cambiar de bando») se está empezando a cumplir. No estoy seguro de que en la España del siglo XXI alguien que no sea un delincuente o un corrupto se haya sentido amenazado alguna vez por un periodista, pero lamentablemente acabo de comprobar en mis propias carnes que algunos periodistas empiezan a tener miedo de un partido político.

E intuyo que la nota de la APM ha sido contraproducente. Estoy convencido de que nuestro colaborador y su mujer se acongojaron a lo largo del lunes tras ver la polémica suscitada por el comunicado en el que se denunciaban los mensajes de acoso a varios periodistas. Sólo así me explico ese repentino cambio de opinión entre la mañana y la tarde. Al ver la luz las prácticas que siguen algunos dirigentes de Podemos en sus relaciones con la prensa, el miedo se ha extendido entre la profesión y sus familiares directos.

Yo no pertenezco a la APM y tengo serias dudas sobre la oportunidad de su comunicado, pero entiendo perfectamente que diez compañeros (por cierto, de los principales medios de comunicación de España) hayan pedido amparo ante una situación anómala. En general, los periodistas estamos acostumbrados a lidiar con presiones de todo tipo, sobre todo cuanto más altas responsabilidades ocupamos, pero lo que hace Podemos sobrepasa ciertos límites.

¿Y qué es lo que hace Podemos? ¿Cuáles son esas pruebas que Pablo Iglesias reclama a la APM? No seré yo quien desvele ni las pruebas ni la identidad de los denunciantes, pero voy a recordar cuál ha sido el trato a la prensa por parte del partido morado desde su fundación.

En general, Podemos siempre ha despreciado a los periodistas. Los considera parte del sistema y por eso en su programa para las elecciones europeas sugería la nacionalización de los medios de comunicación. Por supuesto, que un partido desprecie y critique a la prensa no está mal. Pero sí supone traspasar una raya importante que esos ataques se centren en periodistas concretos, con nombres y apellidos, a los que se ridiculiza y se pone en el disparadero para que luego las hordas tuiterianas se encarguen de masacrarlos en las redes sociales.

Es lo que hizo Pablo Iglesias un día en La Sexta cuando llamó reiteradamente «pantuflo» a Eduardo Inda. Y nadie dijo nada. Es lo que hizo el líder de Podemos en una charla en la Universidad cuando habló de Álvaro Carvajal como el típico trepa que quiere medrar en su periódico, o como cuando se permitió el lujo de reprocharle a Ana Romero su abrigo de piel tras hacerle una pregunta incómoda.

Ese tipo de ataques ad hominem no son nuevos en nuestra democracia (recordemos cuando un partido pretendió cargarse la reputación de un director de periódico distribuyendo un vídeo suyo de contenido sexual), pero ahora incorporan dos interesantes novedades. La primera es que los ataques se dirigen a la infantería del periodismo, directamente contra los eslabones más débiles de la cadena. En vez de atacar a los medios en general, o a sus propietarios o directores, Iglesias disfruta machacando al periodista de a pie. Es como si para criticar a los bancos entrásemos a atacar al empleado que atiende en la ventanilla de una sucursal.

Y la segunda novedad es que ahora los ataques ad hominem se ven magnificados por las redes sociales, por lo que el efecto en el atacado se multiplica. El manejo de Twitter por parte de Podemos es tan extraordinario que cualquier crítica (o lo que ellos interpretan como crítica) rápidamente es respondida con una campaña en toda regla.

Nos ha pasado a nosotros mismos hace unas semanas con una portada sobre la nueva portavoz del partido, Irene Montero, a quien dedicamos un extenso artículo bajo el titular «La reina de Podemos». Cualquiera que se haya leído el reportaje habrá visto que se trata de una pieza periodística bastante ecuánime en la que se pone en valor el trabajo y la trayectoria de Montero. Lógicamente, y como siempre hacemos con este tipo de perfiles, desvelamos algunos datos que a ella nunca le hubiera gustado ver publicados.

Montero podría haber criticado nuestro artículo o decir que la portada era un horror, pero utilizó un arma mucho más poderosa: la calificó de «machista». Y ello fue suficiente para que miles de personas nos pusieran a caldo en las redes sociales… sin haber leído el artículo. El «Círculo de Feminismos de Podemos» nos envió un mensaje con nombre y apellidos a tres periodistas de TIEMPO diciendo que la portada era «violencia», si bien los ataques más duros que recibimos vinieron de perfiles anónimos. Uno de ellos nos acusó de ser cómplices de las decenas de muertes de mujeres que se producen en España…

Esa campaña en Twitter nos dejó perplejos durante varios días, pero decidimos no darle pábulo al entender que aquello era un daño colateral por ejercer nuestro trabajo. Ahora varios compañeros de otros medios han decidido poner sus casos en manos de la APM. Quizás ellos se hayan equivocado no aguantando las presiones en silencio, pero conviene recordar aquello de que el miedo es libre.

Lo bueno de este caso es que ahora toda España sabe lo que está pasando, y quizás la polvareda ayude a rebajar las presiones, de Podemos y del resto, por supuesto. En una democracia todo el mundo debería tener claro cuál es el papel que juegan los medios de comunicación. E Iglesias y los suyos deberían recordar que los periodistas a los que presionan trabajan en los mismos medios que han desvelado los casos Gürtel, ERE, Pujol… Y que gracias a su trabajo hoy se sientan en el banquillo algunos de los corruptos que nos han robado durante años.

anieto.tiempo@grupozeta.es

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