CORRUPCIÓN POR TIERRA, MAR Y AIRE

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Admitámoslo de una vez: España es un país corrupto. Es verdad que algunas tendencias son innatas al ser humano, pero me temo que hay grados y que los habitantes de Iberia somos especialmente propensos a caer en pecado.

Los escándalos que estos días proliferan en los medios de comunicación así lo demuestran. Hay casos en los principales partidos políticos (Gürtel en el PP, los ERE en el PSOE, las ITV y el Palau en CiU, la familia de Jordi Pujol…), pero también en el ámbito económico (el lío de las tarjetas fantasma de CajaMadrid, Gowex…), en el deportivo (los amaños de partidos de la liga de fútbol), en el militar (cuatro casos en los últimos dos meses)…

Todo eso es sólo la punta del iceberg porque, lamentablemente, ni los jueces ni los periodistas gozamos de los recursos y la autonomía suficientes como para levantar las alfombras por completo. Y, además, no hay que olvidar que para acusar a alguien de algo hay que tener pruebas concluyentes y, muchas veces, nos pasa que, aún teniendo la certeza de que tal o cual persona no es trigo limpio, no se le puede meter mano por ningún lado y, por tanto, sigue campando a sus anchas… hasta que alguien lo consigue (es lo que ha sucedido con la familia Pujol).

¿Por qué somos los españoles tan corruptos? No tengo ni idea. Pero lo que sí creo es que la corrupción de los poderosos no es más que el reflejo y la consecuencia de una sociedad podrida. Sólo así se explica que esté bien visto copiar en un examen, mentir en un currículo, saber dónde están los radares para saltarse los límites de velocidad en el resto de tramos, bajarse películas pirateadas por Internet, colarse en cualquier fila… Por no hablar de las facturas sin IVA, las plazas de garaje alquiladas sin contrato, el pago en especie no declarado a Hacienda, el enchufismo como política de reclutamiento y promoción en lugar de los méritos atesorados…

Algunas de esas conductas se pueden encontrar también en otros países de nuestro entorno, pero creo que ni mucho menos son generalizadas y, en cualquier caso, hay una diferencia fundamental: si te pillan se te cae el pelo. No como en España, donde socialmente está bien visto todo lo anterior y nadie está dispuesto a ensañarse con el infractor cuando le pillan.

Una vez en un debate en televisión me replicaron que no se puede equiparar el copieteo en un examen con el trinque de un político. Yo creo que sí. Ese alumno que está dispuesto a todo por aprobar un examen, seguramente cuando vaya creciendo no tendrá escrúpulos en falsear su currículo para encontrar un trabajo y, a medida que vaya teniendo más responsabilidades, irá cometiendo mayores faltas. Y, si llegara el caso de convertirse en político, es muy probable que actuara con la misma falta de ética que los Pujol de turno.

¿Tiene la corrupción solución? Erradicarla al 100% me temo que es imposible, pero creo que deberíamos combatirla con firmeza en dos ámbitos: educación y castigo. Enseñar desde el colegio más ética y, a la vez, castigar y sancionar con dureza a todo aquel que traspase determinadas líneas, ya sea político, empresario, militar, periodista, deportista, conductor o estudiante.

España es un país corrupto, pero no he perdido la esperanza de que nos parezcamos un poco más a alemanes, holandeses, daneses o suecos. Ojalá algún día lo consigamos.

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