RAJOY 2014: PRIMERA PRUEBA DE FUEGO

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Mariano Rajoy encara en 2014 el tercer año de su mandato, y probablemente el más importante para saber si los españoles confiarán de nuevo en él cuando llegue la hora de las elecciones generales de 2015. Si finalmente se inicia la recuperación de la economía española, con la consiguiente creación de empleo, será muy difícil que la oposición socialista consiga evitar el plus de optimismo que ello generaría, por mucho que el PSOE logre entusiasmar a los votantes eligiendo un buen cartel electoral en sus primarias de 2014, que por primera vez serán abiertas a todos los simpatizantes.

El hito político más importante del año será el 25 de mayo. Ese día, España y los otros 27 países que integran la Unión Europea elegirán a sus representantes en la Eurocámara para los siguientes cinco años. Se trata de unos comicios de segunda clase, pero que en esta ocasión adquirirán una relevancia especial porque servirán para calibrar las fuerzas de cada cual y, sobre todo, para saber si las políticas de ajuste emprendidas por Rajoy pasan definitivamente la prueba de las urnas. Si ello sucede, y los ciudadanos dan la victoria al Partido Popular, el inquilino de La Moncloa ganará puntos para la batalla decisiva de 2015.

Pero, ¿qué podemos esperar realmente de las elecciones europeas? Para empezar, es de prever que se registre muy poca participación de los ciudadanos. Hace cinco años, en los comicios de junio de 2009, apenas un 45% de los españoles llamados a las urnas acudieron a votar. En esta ocasión, es probable que esa cifra caiga algunos puntos más porque, según muestran las encuestas, los ciudadanos están cada vez más cabreados con la UE, al interpretar que las políticas de ajuste se dictan desde Bruselas.

La otra noticia que podemos esperar del 25 de mayo es que los dos principales partidos reciban un severo castigo, como también auguran los sondeos previos. Así, tanto el PP como el PSOE se podrían dejar por el camino diez puntos porcentuales de voto o, lo que es lo mismo, alrededor de seis eurodiputados cada uno. Y no debe subestimarse esa cifra porque España solo elige 54 escaños del Parlamento Europeo. PP y PSOE juntos podrían quedarse por debajo del 60% de los votos, lo que no ha ocurrido en los últimos 25 años y confirmaría el naufragio del tradicional bipartidismo español.

La única forma de que ambas formaciones eviten el desastre es que presenten candidatos novedosos que supongan algún tipo de renovación, pero hoy día eso parece ciencia ficción. En el PP se baraja el nombre de algún ministro, como Miguel Arias Cañete o José Manuel García-Margallo, o incluso repetir con Jaime Mayor Oreja. En el PSOE, por su parte, el nombre que más suena es el de Elena Valenciano, número dos de Rubalcaba, aunque tampoco se descarta que repita Juan Fernando López Aguilar.

Si se acaban confirmando los augurios de las encuestas, tanto Izquierda Unida como Unión, Progreso y Democracia podrían recoger alrededor del 10% de los votos cada uno, multiplicando en varias veces su representación en la Eurocámara. Esquerra Republicana de Catalunya, Convergència i Unió y Partido Nacionalista Vasco también obtendrían algún escaño. Y luego está la incógnita del resto de formaciones, que podrían dar la sorpresa aprovechando la baja participación y el hecho de que en estos comicios hay una única circunscripción electoral, es decir, se distribuyen los escaños de forma proporcional al total de los votos obtenidos en el conjunto de España. Ese distrito único perjudica en este caso los intereses de formaciones como Amaiur, que tiene muy concentrado el voto en el País Vasco, pero podría favorecer la aparición de otros colectivos que sí tengan un eco generalizado en todo el país. Ese podría ser el caso del Movimiento Ciudadano que impulsa el líder del Ciutadans, Albert Rivera, o el del partido conservador que podrían crear varios exmilitantes del PP en torno a Santiago Abascal.

En Bruselas tienen miedo de que estas elecciones incrementen la presencia de partidos euroescépticos y de corte xenófobo en el Parlamento de Estrasburgo, pero esta posibilidad no parece ser un problema en el caso de España, donde a pocos meses del 25-M no se aprecian nuevos movimientos de carácter populista con capacidad suficiente para movilizar una parte importante del voto.

Aparte del resultado puramente electoral, los comicios europeos serán importantes porque determinarán en gran medida los pasos del Ejecutivo de Rajoy. El presidente, fiel a su estilo de cierta indolencia, retrasará al máximo la elaboración de la lista del PP, pero si se cumplen los pronósticos se verá obligado a remodelar su Gobierno si de verdad quiere llevar como cabeza de cartel un candidato de peso. Y, si por algún casual decide evitar lo obvio y no meter a ningún ministro en la lista, lo más seguro es que luego, en verano, cuando España tenga que nombrar a su miembro en la nueva Comisión Europea, sí que se vea obligado a deshacerse de Arias Cañete o García-Margallo para enviarlos a Bruselas en sustitución del socialista Joaquín Almunia, que acabará así su periplo de diez años en la capital comunitaria.

Obviamente, lo que suceda en las elecciones del 25-M tendrá mucho que ver con la evolución de los dos principales problemas que tiene planteados España en estos momentos. En primer lugar, la crisis económica, de la que el país todavía no se ha levantado después de seis años de penurias. El Gobierno habla ya de recuperación y augura un leve crecimiento del PIB para el conjunto de 2014, con un incremento del empleo a partir del segundo trimestre, pero habrá que ver finalmente cómo de robusta es esa mejoría y si los ciudadanos la acaban percibiendo para cuando llegue la hora de votar. Y en segundo lugar está la crisis institucional relacionada con el desafío soberanista de Artur Mas, que sigue empeñado en convocar un referéndum de autodeterminación en Cataluña y, si el Estado no le deja, unas elecciones plebiscitarias, que podrían celebrarse a final de año.

De cómo se resuelva todo ello dependerá el futuro de Rajoy y, en definitiva, también del conjunto de España.

[Este texto apareció publicado el pasado 20 de diciembre en el anuario ‘El mundo en 2014′, realizado por la revista Tiempo en colaboración con The Economist]

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