A Rajoy se le acaba el tiempo

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España tiene estos días un grave problema, y no solo está relacionado con los millones de parados o la situación económica. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está siendo acusado por el que fuera tesorero de su partido, Luis Bárcenas, de haber cobrado cantidades ingentes de dinero negro.

La acusación es muy grave, aunque no es nueva. Desde que el pasado 31 de enero el diario El País publicara las fotocopias de la contabilidad B del Partido Popular, la figura del presidente del Gobierno está bajo sospecha, pues ya entonces aparecía su nombre como beneficiario de los pagos.

Tras unos meses en los que Rajoy ha conseguido esquivar los disparos, la situación vuelve a ponerse peligrosa porque están apareciendo a través del diario El Mundo nuevas pruebas que le dejan en muy mal lugar. No sabemos si algún día saldrá a la luz algún recibí firmado por el propio Rajoy, pero si Bárcenas sigue con su estrategia de ir soltando munición poco a poco podemos augurar unas semanas más que calentitas.

Llegados a este punto, es el momento de que el presidente del Gobierno dé un paso atrás. España no se puede permitir que el líder del Ejecutivo esté permanentemente bajo sospecha y en manos de lo que pueda ir filtrando un tipo que está en la cárcel.

La única forma de desactivar el chantaje de Bárcenas y evitar que la imagen de España se vea afectada por la trascendencia de este caso es muy simple: que el presidente renuncie. Y no estoy diciendo con ello que se deban convocar elecciones, porque seguramente no sería lo mejor para el país en este momento. El Partido Popular ganó con mayoría absoluta los comicios hace apenas año y medio y tiene toda la legitimidad para seguir controlando el Gobierno. Ahora bien, este debería estar liderado por una persona libre de sospecha.

Si todo esto estuviera sucediendo en un país con más tradición democrática, tipo Reino Unido, hace ya días que un grupo de diputados del partido en el Gobierno estarían propiciando una maniobra con la oposición para buscar una alternativa y forzar la sustitución del presidente. Pero en España las cosas son diferentes y, aunque en privado casi todos los del PP ponen verde a Rajoy, ninguno de los que calientan el escaño en el Congreso porque un día les puso ahí don Mariano tiene las agallas suficientes para dar un paso adelante.

Por eso la única salida que nos queda es que Rajoy renuncie, si bien estoy convencido de que intentará aferrarse al puesto todo lo que pueda, en la mejor tradición castellana. Ahora bien, el futuro es imprevisible y al final las evidencias podrían acabar por tumbarle. Así que, cuanto antes dé un paso atrás, menos daño nos hará su previsible desgaste al conjunto de los españoles, que poca culpa tenemos en este asunto.

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